RECORTA2
Fue
entonces cuando el prisionero empezó a cantar.
Tenía una voz alta de tenor, muy pura. Las palabras eran en francés, pero incluso quienes no comprendían la lengua podían darse cuenta por la dolorida melodía de que era una canción de tristeza y desamparo.
Tenía una voz alta de tenor, muy pura. Las palabras eran en francés, pero incluso quienes no comprendían la lengua podían darse cuenta por la dolorida melodía de que era una canción de tristeza y desamparo.
Un ruiseñor
preso en la red de un cazador
cantó con más dulzura que nunca
como si la fugaz melodía
pudiera volar y apartar la red.
cantó con más dulzura que nunca
como si la fugaz melodía
pudiera volar y apartar la red.
Era una muchacha de unos quince años. Al mirarla, la gente se preguntaba cómo no se habrían dado cuenta antes de su presencia. Tenía el cabello largo y abundante de un castaño oscuro, brillante, que le nacía en su frente despejada con lo que la gente llamaba pico de viuda. Sus rasgos eran proporcionados y la boca sensual, de labios gruesos. Las mujeres mayores, al observar su ancha cintura y los abultados senos, imaginaron que estaba embarazada y supusieron que el prisionero era el padre de la criatura por nacer; pero nadie más reparó en nada, salvo en sus ojos. Hubiera podido ser bonita, pero tenía los ojos muy hundidos, de mirada intensa y de un asombroso color dorado, tan luminosos y tan penetrantes que cuando miraba a alguien éste sentía como si pudiera ver hasta el fondo de su corazón y tenía que apartar la mirada ante el temor de que pudiera descubrir sus secretos. Iba vestida de harapos y las lágrimas caían por sus suaves mejillas.
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