domingo, 23 de diciembre de 2012


RECORTA2

¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

La niña de los fósforos-Hans Christian Andersen



martes, 18 de diciembre de 2012


RECORTA2

ROMEO [adelantándose]

Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa,
que está enferma y pálida de pena
porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
que sólo llevan los bobos ¡Tírala!

(Entra JULIETA arriba, en el balcón]
¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!

Mueve los labios, mas no habla. No importa:
hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
que brillen en su puesto hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen con estrellas?
El fulgor de su mejilla les haría avergonzarse,

como la luz del día a una lámpara; y sus ojos
lucirían en el cielo tan brillantes

que, al no haber noche, cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quién fuera el guante de esa mano
por tocarle la mejilla!

Romeo y Julieta de William Shakespeare




CITA2

"Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba."

Heródoto 



RECORTA2

"Las horas se deslizan lentas, pero inexorables. Nadie puede tragar nada porque tenemos un nudo en la garganta. Siempre la idea angustiosa de si dentro de unas horas estaré aún en este mundo o no seré ya más que un cadáver horrible despedazado por los obuses. Sin embargo, se aproxima la hora H. No quedan más que treinta minutos, veinte, diez, las agujas del reloj avanzan constantemente sin que nada pueda pararlas; no separo de ellas los ojos y cuento. Con el bolsillo abarrotado de cartuchos y el fusil de un muerto en la mano, me levanto lentamente sobre las rodillas. Las 17.58, las 18, abro la boca para gritar "Adelante" cuando me ciega un fogonazo rojo que me tira al suelo. Tengo atravesada la rodilla derecha, una herida en el vientre y otra en la mejilla. A mi lado, otros caen, heridos, muertos" 

Michael Morpurgo-War Horse.

 

domingo, 16 de diciembre de 2012


RECORTA2

El sábado por la noche, a la hora  acordada, Lisbeth Salander volvió al piso de Nils Bjurman, enOdenplan. La dejó entrar con una educada y acogedora sonrisa.
- ¿Cómo estas hoy, querida Lisbeth? - preguntó a modo de saludo.
Ella no contestó. Él le puso un brazo alrededor del hombro.
- Tal vez me pasara el otro día - dijo -. Te vi bastante hecha polvo.Lisbeth le obsequió con una sonrisa agria y al abogado le invadió una repentina sensación de inseguridad. "Esta tía está chiflada. Que no se me olvide". Se preguntaba si ella terminaría acostumbrándose y aceptando la situación.
- ¿Vamos al dormitorio?- preguntó Lisbeth Salander.
"Claro, que a lo mejor le va la marcha..." La condujo a la habitación pasándole un brazo por encima del hombro, tal y como hizo la vez anterior. "Hoy la trataré con más cuidado. Así me ganaré su confianza". Ya había sacado las esposas;estaban sobre la cómoda. Hasta que llegaron a la cama el abogado Bjurman no advirtió que pasaba algo raro.
Era ella la que lo llevaba a él a la cama, y no al revés. Se quedó parado, mirándola desconcertado, cuando Lisbeth sacó algo del bolsillo de la cazadora. Al principio le pareció un teléfono móvil. Luego vio sus ojos.
- Di buenas noches- dijo ella.
Subió la pistola eléctrica hasta su axila izquierda y le disparó 75.000 voltios. Cuando sus piernas empezaron a flaquear, ella apoyo el hombro contra su cuerpo y empleó todas sus fuerzas para tumbarle sobre la cama.


Los hombres que no amaban a las mujeres-Stieg Larsson

 

jueves, 13 de diciembre de 2012


RECORTA2

-Vivías en territorio enemigo –añade al fin-. En plena y continua guerra: sólo había que ver tus ojos. En tales situaciones, las mujeres advertimos que los hombres sois mortales y vais de paso, camino de un frente cualquiera. Y nos sentimos dispuestas a enamorarnos de vosotros un poquito más. 
-Nunca me gustaron las guerras. Los tipos como yo suelen perderlas. 
-Ahora ya da lo mismo –ella asiente con frialdad-. Pero me gusta que no hayas estropeado tu sonrisa de buen muchacho…Esa elegancia que mantienes como el último cuadro en Waterloo. Me recuerdas mucho al hombre que olvidé. Has envejecido, y no hablo del físico. Supongo que les ocurre a todos los que alcanzan alguna clase de certidumbre…¿Tienes muchas certidumbres, Max? 
-Pocas. Sólo que los hombres dudan, recuerdan y mueren. 
-Debe de ser eso. Es la duda la que mantiene joven a la gente. La certeza es como un virus maligno. Te contagia de vejez. 

 

El tango de la guardia vieja- Arturo Pérez-Reverte.

 

miércoles, 12 de diciembre de 2012



CITA2

 

“Al amor lo pintan ciego y con alas. Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos.”

 

Jacinto Benavente

 

martes, 11 de diciembre de 2012



RECORTA2

“-¿Por qué lloras, mi niña?-preguntó Constantine en la cocina.
Le conté lo que me había llamado el chico (fea), con las lágrimas resbalándome por el rostro.
-¿Y bien? ¿Lo eres?
Parpadeé sorprendida y dejé de llorar
-Si soy, ¿que?
-Vamos a ve, Eugenia-dijo, pues Constantine era la única que a veces seguía la norma de Madre respecto a mi nombre-: Lo feo está en el interió. Feas son las personas malas, las que hacen daño a los demás. ¿Tú eres así?
-No sé, no creo-contesté entre sollozos.
  Constantine se sentó a mi lado a la mesa de la cocina. Escuché como crujían sus articulaciones hinchadas. Apretó con fuerza la palma de mi mano con su dedo pulgar, un gesto que ambas sabíamos que significaba: "Escucha. Escúchame bien".
-Toas las mañanas hasta el día en que la entierran a una, hay que reflexioná un poco sobre esto.- Estaba tan cerca de mí que podía ver lo rosadas que eran sus encías-: Hay que preguntarse: ¿Me voy a creé lo que la mala gente diga hoy sobre mí?
  Siguió presionando mi mano con su pulgar. Con un gesto de la cabeza, le hice ver que entendía. A pesar de mi edad, ya era lo suficientemente inteligente como para comprender que se refería a los blancos. Aunque me seguía sintiendo miserable y sabía que era más bien fea, fue la primera vez en la que Constantine se dirigió a mí como si fuera algo más que una niña de mamá blanca. Durante toda mi vida me habían dicho lo que tenía que pensar sobre política, sobre los negros, sobre el hecho de ser mujer...Pero con el pulgar de Constantine apretándome la palma de la mano, me di cuenta de que yo era libre para elegir en qué creer.”


Criadas y señoras-Kathryn Stockett



jueves, 6 de diciembre de 2012

lunes, 3 de diciembre de 2012


CITA2


“Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.”

Sigmund Freud

 

jueves, 29 de noviembre de 2012


CITA2

“No es la fuerza, sino la perseverancia de los altos sentimientos la que hace a los hombres superiores”.

Friedrich Nietzsche



CITA2

“Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos.”

Friedrich Nietzsche