“Lubná contemplaba a su madre, azacanada y
nerviosa, de un lado para otro, cogiendo y dejando cosas con una mano,
pues la otra la llevaba pegada a la mariposa de su cuello.
La
niña sentía fascinación por ese colgante que cambiaba de color y con el
que los dedos de su madre jugueteaban desde que su memoria tenía
recuerdos. Ella le había contado su secreto muchas veces, entre risas,
jugando: “Que esa mariposa era el alma femenina, siempre a la vista de
todos en una mujer, pero sólo visible a los ojos de quien se atreviera a
mirarla”. Como era muy pequeña, se lo hacía repetir a su madre, como si
fuese un cuento, una y otra y muchas veces, hasta que un día ya no
había necesitado preguntar, porque de pronto y sin saber cómo, había
comenzado a sentirlo.”
Magdalena Lasala- La estirpe de la mariposa.
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