RECORTA2
“-¿Por qué lloras, mi niña?-preguntó Constantine en la cocina.Le conté lo que me había llamado el chico (fea), con las lágrimas resbalándome por el rostro.
-¿Y bien? ¿Lo eres?
Parpadeé sorprendida y dejé de llorar
-Si soy, ¿que?
-Vamos a ve, Eugenia-dijo, pues Constantine era la única que a veces seguía la norma de Madre respecto a mi nombre-: Lo feo está en el interió. Feas son las personas malas, las que hacen daño a los demás. ¿Tú eres así?
-No sé, no creo-contesté entre sollozos.
Constantine se sentó a mi lado a la mesa de la cocina. Escuché como crujían sus articulaciones hinchadas. Apretó con fuerza la palma de mi mano con su dedo pulgar, un gesto que ambas sabíamos que significaba: "Escucha. Escúchame bien".
-Toas las mañanas hasta el día en que la entierran a una, hay que reflexioná un poco sobre esto.- Estaba tan cerca de mí que podía ver lo rosadas que eran sus encías-: Hay que preguntarse: ¿Me voy a creé lo que la mala gente diga hoy sobre mí?
Siguió presionando mi mano con su pulgar. Con un gesto de la cabeza, le hice ver que entendía. A pesar de mi edad, ya era lo suficientemente inteligente como para comprender que se refería a los blancos. Aunque me seguía sintiendo miserable y sabía que era más bien fea, fue la primera vez en la que Constantine se dirigió a mí como si fuera algo más que una niña de mamá blanca. Durante toda mi vida me habían dicho lo que tenía que pensar sobre política, sobre los negros, sobre el hecho de ser mujer...Pero con el pulgar de Constantine apretándome la palma de la mano, me di cuenta de que yo era libre para elegir en qué creer.”
Criadas y señoras-Kathryn Stockett
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