jueves, 13 de diciembre de 2012


RECORTA2

-Vivías en territorio enemigo –añade al fin-. En plena y continua guerra: sólo había que ver tus ojos. En tales situaciones, las mujeres advertimos que los hombres sois mortales y vais de paso, camino de un frente cualquiera. Y nos sentimos dispuestas a enamorarnos de vosotros un poquito más. 
-Nunca me gustaron las guerras. Los tipos como yo suelen perderlas. 
-Ahora ya da lo mismo –ella asiente con frialdad-. Pero me gusta que no hayas estropeado tu sonrisa de buen muchacho…Esa elegancia que mantienes como el último cuadro en Waterloo. Me recuerdas mucho al hombre que olvidé. Has envejecido, y no hablo del físico. Supongo que les ocurre a todos los que alcanzan alguna clase de certidumbre…¿Tienes muchas certidumbres, Max? 
-Pocas. Sólo que los hombres dudan, recuerdan y mueren. 
-Debe de ser eso. Es la duda la que mantiene joven a la gente. La certeza es como un virus maligno. Te contagia de vejez. 

 

El tango de la guardia vieja- Arturo Pérez-Reverte.

 

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